Calle de la Portella número 9. Una persona está apoyada contra una ataúd, desnuda, su pelo cayendo sobre su mandíbula, sus dedos apretados en señal de dolor, convertida en piedra. La calle Portella corre paralela a los jardines Morís en Palma de Mallorca. La casa número 9 la encontramos inmediatamente. Una bandera azul preside la entrada de la “Casa Museo Torretns Lladó”. La mujer que posa en el salón artístico aparta la mirada hasta que una gentil melodía arrastra la atención a la grandiosa escalera que sube al primer piso, donde nos encontramos con Juaquín Torrens Lladó.
Un anciano está posando para él en un sofá azul, mirándonos. El sofá es auténtico, situado en frente de la chimenea, tan auténtico como el gran espejo. Una voluminosa araña está colgada del alto techo, las guirnaldas parecen estar flotando en las paredes. Pero el modelo, su padre pintor y el sol están sólo vivos en los lienzos. Y allí, en el fondo oscuro, situados cerca del cabellete, y allí uno puede ver a Joaquín Lladó, observando a su modelo. Hoy esta habitación se dedica a los autorretratos de Lladó, en los 70 la utilizaba como estudio. Más tarde, la convirtió en una sala de dibujo y el lugar donde él retrataba a su padre. El talento de Lladó se hizo obvio muy pronto. Estando excepcionalmente dotado, fue aceptado para estudiar en la “Academia Valls” in Barcelona a la tierna edad de nueve años. Durante un breve espacio de tiempo, aceptó la influencia de la corriente de los 60 y los 70, cuando el arte era informal y abstracto.
Para los catalanes de Badalona, sin embargo, este perdido sólo duró unos pocos años y acabó antes de su vigésimo cumpleaños. Él empezó a oponerse a las conferencias de la academia y a la elogiada percepción artística de esos días.
Él cambió a las figuras ilustrativas, las cuales en la academia acababan en violentas controversias entre admiradores y críticos. Se convirtió en el alumno de la famosa agua de colores, y en el fresco pintor, aprendía cómo preparar colores y pigmentos después de las fórmulas medievales y del renacimiento, y perfeccionó sus técnicas. Torrents Lladó amplió su paleta de colores y matices, con luminosidad y tonos vivos, colores que no se podía comprar en ningún sitio y formas de trabajarlos que no le habían sido enseñadas por los académicos. El dibujar la anatomía humana y perfeccionar su técnica se convirtió en su epicentro y él abrió una academia de arte privada junto con un socio estudiante en Palma en 1969.
La fama le vino con sus retratos, como uno de los retratos del Príncipe Juan Carlos acabados en los 70. Bruno Kreisky, miembros de la familia de banqueros mallorquines March, los chicos Roths y Kennedys se sentaron como modelos. A principios de los 90 él pintó un doble retrato del rey Juan Carlos y la reina Sofía, que se guarda en la capilla del Consulado del Mar.
Sus retratos son elegantes, las mujeres salen con una radiante sensualidad, desnudas, sublimes y eróticas. El retrato de Virginia López en una pelota azul podría quitarle a uno la respiración y es difícil resistirse a su seguridad, a su casi desafiante mirada.Las pinturas son compuestas como sinfonías, basadas en luz y sombras, contrastes barrocos de luz y oscuridad y en tiempos del impresionismo guía exactamente el pincel con las maneras de los viejos maestros. Trapos de ropa son en parte adornados con detalles que quedan inacabados. En la posición del observador, sin embargo, todo se combina para crear un todo.
Torretns Lladó es un experto para quien conoce su obra. Incluso mediante pinturas contemporáneas de fotos reales pueden impresionar por su perfecta reproducción de la naturaleza, se pierde en exhaustivas expresión y las cosas están por detrás de lo obvio: el momento en que el arte se convierte en arte. Las perspectivas del artista catalán son atmosféricas.
Continuamente deja los retratos en la imprecisión y sólo resalta la habitación, lo que le da minuciosidad y éstos retratan algo misterioso. En todos los retratos encontramos las características de los modelos, independientes si son pintadas al pastel, con tiza, aceite o acuarela. Mientras ellos miran a su creador, podemos vislumbrar en su alma. Después de una visita a la casa de Lladó, se lo encontrará de nuevo en el salón de arte con la chica que posa. Torretns Lladó murió en 1993 con sólo 47 años.
Casa Museu J. Torrents Lladó
C./de la Portella, 9
07001 Palma
Tel. +34 971 729 835